Carmen Rosiles

¡¡¡Ah!!!
¡Que reto más grande es pensarme en el momento de decidir tomar terapia!

Me recuerdo abrumada, insatisfecha, con la mente en caos y las emociones: unas desbordadas, otras contenidas, con una telaraña cubriéndome el corazón. Así llegué a mi espacio con Ruth, buscando solucionarme rápido y eficazmente, en voz de Ruth "con la presurosidad" instalada como estructura de vida. Ansiosa por ver la varita mágica para resolver.
En mi primera sesión me diste un abrazo profundo y cálido, aprendí el valor de la pausa, a hacer un alto para recibir contención.

Mi principal apremio era mi hijo, mi pequeño hijo con el que había perdido conexión emocional, que no sabía cómo guiar y... ¡Pum! La sabiduría de Ruth hizo gala, no era solo mi hijo quien ocupaba terapia, también era yo, su mamá; tenía que ser un proceso en conjunto y así empezamos a trabajar.
No es sencillo, ni rápido. Es intenso, retador, implica voluntad y no tirar la toalla de mi labor como mamá, y hacerme cargo también de mí.
La Carmen que existe, después de algunos años de la mano y compañía amorosa de Ruth, está sin duda, menos revuelta, es menos presurosa, aprendí a respirar, a comunicarme de mejor manera, soy menos explosiva, aún tengo mucho que resolver, pero me siento más acomodada, ya puedo tener momento de paz, aprendí a comer con las múltiples yo, logré conectar profundo con mi hijo, y hasta terminé con una relación codependiente.
Hoy puedo decir que ya casi logró ser mi mejor amiga, me critico y juzgo mucho menos. Ruth en cada sesión "tiene un punto" que me ayuda a transformar mi mirada, a abrazar mis emociones y cuando quiero explotar solo tengo que ser un demonio de Tanzania, para dejar salir del cuerpo la emoción que me quita la paz, camino con pasos firmes cuando tengo incertidumbre.
Gracias por acompañar este proceso de aprender a ser... y no, no la mejor versión de mí misma, sino una versión que acepto desde lo profundo y que tengo la posibilidad de transformar.
¡Te quiero Ruthis! 

Enero del 2023